lunes, 22 de abril de 2013

VALORACIÓN Y CONTROL DEL DOLOR



El dolor se define como una experiencia sensorial y emocional no placentera producida por un daño tisular real o potencial, que se describe como ocasionada por dicha lesión. Tiene un componente nociceptivo o sensorial y un componente afectivo, este último varía según la persona, ya que un mismo dolor puede ser valorado por dos personas con puntuación diferente en la escala EVA.
A cualquier enfermo ingresado en la UCI se le deben asegurar las necesidades de sedoanalgesia. Con el paso de los años el enfoque de las necesidades de sedoanalgesia en la UCI ha ido cambiando. En un principio se realizaba una sedación profunda con escaso control y un alto grado de bloqueo neuromuscular asociado. Hoy en día se emplea la sedoanalgesia con control y el uso selectivo de los relajantes musculares.
En cuanto al dolor, según la bibliografía, del 30 al 70% de los enfermos en UCI sufren dolor al menos moderado durante el ingreso; refiriéndolo la mitad de ellos como el peor recuerdo de su estancia. Además en la UCI existen numerosas fuentes potenciales de dolor en relación al motivo de ingreso, la patología de base del paciente y a los diversos procedimientos diagnósticos y terapéuticos empleados.
El dolor puede servir como advertencia de lesión, pero si persiste sin tratamiento causa un incremento del gasto metabólico y del consumo de oxígeno, de la secreción de catecolaminas, glucagón y corticoesteroides, y un trastorno de la coagulación y del sistema inmunológico. Por consiguiente su resultado puede manifestarse en forma de ansiedad, midriasis, diaforesis, taquicardia, taquipnea, aumento de la motilidad intestinal, hiperglucemia, dificultades en el sueño… siendo todas estas respuestas perjudiciales para la propia recuperación del paciente y pudiendo empeorar su estado general.
Lo ideal es eliminar el dolor por medio de la prevención, y empezar a tratarlo cuando la intensidad es baja moderada, para asegurar un mejor control; por lo que es necesario la elección del fármaco adecuado según el tipo de dolor que queremos controlar, el estado clínico y hemodinámico del paciente. Aunque sea el intensivista quien prescriba la analgesia, enfermería debe saber valorar el dolor del paciente para considerar si está siendo controlado y si no decidir administrar la analgesia pautada PRN.

El grupo farmacológico analgésico de elección esta constituido por los derivados opiáceos, mientras que la vía de administración  ideal es la parenteral. La analgesia parenteral se puede administrar en bolos, fundamentalmente para el dolor moderado, o en perfusión continua para el control del dolor moderado-grave que no puede ser controlado con bolos.

Todos los opiáceos pueden causar miosis, náuseas, vómitos, retención urinaria, depresión respiratoria (habrá que vigilar estrechamente la función respiratoria del paciente sobre todo si está en modos de VM como CPAP), bradicardia (vigilancia hemodinámica del paciente).
El más empleado en la UCI es el fentanilo, tiene mayor potencia analgésica que la morfina con acción corta y un inicio de acción de entre 2-3 minutos. Se presenta en ampollas de 3ml a una concentración de 0,05mg/ml. La dosis para perfusión continua es de 0,9mg en 50 ml de SSF 0,9%.
También existe el remifentanilo  que es un derivado del fentanilo que reúne las condiciones que le aproximan al opiáceo ideal: acción corta, inicio rápido, fácilmente titulable y se metaboliza por esterasas inespecíficas por lo que es independiente de la metabolización hepática y renal, lo que resulta una ventaja en caso de pacientes con insuficiencia hepática o renal. Este fármaco, al menos en la unidad solo se emplea cuando el dolor es difícilmente controlable con los otros fármacos disponibles, debido a su elevado coste económico.

Otro tipo de analgésicos empleados, que se administran PRN como coadyuvantes al tratamiento con opiáceos; o cuando estos ya se han retirado, para el control del dolor de leve a moderado y se administran de forma intermitente.
Los AINES no los he visto administrar, ya que no se recomiendan de forma habitual, por los efectos secundarios especialmente importantes en el paciente crítico inestable como: inhibición plaquetaria, aumento de riesgo de úlceras de estrés y riesgo de insuficiencia renal.
Por ello los más empleados son analgésicos no pertenecientes a los AINES; principalmente el metamizol, que debe administrarse con control de la TA ya que puede provocar hipotensión, y el paracetamol, que es bien tolerado y con muy pocos efectos adversos.

Como comentaba anteriormente, enfermería debe valorar el dolor del paciente, y para ello principalmente se servirá de la escala EVA o de la escala de Campbell. La valoración del dolor es sencilla cuando el paciente puede comunicarnos que tiene dolor y cuánto le duele, sería un enfermo consciente, orientado, con una sedación ligera quizás, pero en definitiva con el que podemos establecer una comunicación.
En este caso se valoraría a través de la escala EVA, en la que el paciente identifica su dolor con un número entre el 0 y el 10, donde 0 significa ausencia de dolor y 10 es el peor dolor que pueda imaginar. En función de ello valoraremos si el control del dolor está siendo adecuado y si precisa administración de analgesia PRN o no.
La dificultad surge cuando el enfermo no es un paciente con el que podamos comunicarnos, por ejemplo paciente con sedación profunda, bloqueo muscular… Para identificar el dolor nos basaremos en la valoración de indicadores fisiológicos de dolor como el aumento de la presión arterial, de la respiración o de la frecuencia cardiaca, sin otra causa aparente; y en la utilización de la escala Campbell que cuantifica la intensidad del dolor en función del comportamiento (expresión facial, movimientos, posturas…) en pacientes que no pueden comunicarse de forma espontánea.
No obstante si existieran dudas sobre la existencia de dolor, es obligatorio asociar un analgésico y observar la respuesta, ya que la prioridad es asegurar el confort y la tranquilidad de los pacientes que tenemos a nuestro cuidado.




Nicolás J M. Enfermo crítico y emergencias. Barcelona: Elsevier; 2011.

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